Decía Harold Bloom que cualquier diferencia que existiera entre literatura y realidad seria ficticia. El propio Bergman afirma que cuando el cine no es sueño es documento. "Las mejores intenciones(1991)" es una película que habla sobre la inmortalidad de ser uno mismo. Fueron tres cosas las que me fascinaron de ella: la primera, que sabia reflejar como nadie los conflictos de los personajes; la segunda que daba una visión de la religión sin complejos ni grandilocuencias; y la tercera eran esas imágenes que como el cine oriental eran frías y limpias pero que con Bergman tienen un plus: el intimismo. Al igual que las numerosas revisiones del Génesis no han conseguido eclipsar el libro original (el libro de Jezabel), los numeroso filtros de "Las Mejores Intenciones" (especialmente ese estilo academicista impuesto por Bille August) no han conseguido hacernos olvidar que estamos ante un film de Bergman.
La primera película de este director se remonta a principios de la posguerra("Crisis",1946). Son películas de corte psicológico, pesimistas. Pero según pasa el tiempo y la sociedad progresa (no olvidemos que triunfa el socialismo en Suecia) este pesimismo no desaparece, sino que paradojicamente se va volviendo más sofisticado e introvertido, hasta alcanzar un plano simbólico. Aquí me gustaría hablar de la Trilogía del Silencio de Dios y empezaré con "Como un espejo(1960)", esa gran lección de maestría moral donde lo que importa es el ser humano en la finitud de sus relaciones, de la cual destacaría cuatro características: la primera la sublimación del dolor, la segunda lo irreal como horizonte o como posibilidad, la tercera que los personajes dicen lo que piensan, usan un tono intimo y confesional, como muchas de sus películas, y la última la experimentación con el sonido. Nadie como Bergman habría deseado más encontrarse a Jesucristo en vida, pero este deseo llevado al extremo solo provoca terror. Ni siquiera la locura es una forma de acercamiento divino. Dios no está detrás de un armario o de una pared, no está personificado en una cosa o persona sino que Dios es amor, cosa que nos han estado repitiendo desde niños mil y una veces, sin que hiciéramos el menor caso. Como decía Vattimo el cristianismo es una religión atea. Bergman se queda ideologicamente desnudo, solo ante la existencia.
Esta Trilogía se cierra con "El Silencio", donde se argumenta que es practicamente imposible vivir sin darle importancia a las cosas, pero esto conlleva un sufrimiento extremo. Una palabra, un gesto, una mirada son suficientes para generar una catástrofe individual que no sabemos, en esta película, hasta que punto es un efecto de la guerra circundante (una situación extrema también) o por lo contrario lo individual es causa del conflicto bélico. No seria por tanto arriesgado ni excesivo decir que nos encontramos ante un film antibelicista, aunque reflejado más como una protesta que como una reivindicación. Tampoco debemos olvidar que esta sobredimensión, este darle importancia a todo, es lo que lleva a las naciones a la guerra. Es la otra cara de la moneda. Pero parece que hay una salida a la atávica opresión: la emancipación de la mujer, como demuestra ese significativo plano final de Gunnel Lindblom refrescándose la cara y el cuello. Corría el año 1963. La Trilogía es pues un grito de desesperación que busca liberarnos sin conseguirlo de una vida gris y apática
¿Qué más podemos decir de la Trilogía? Pues que asistimos a un planteamiento del mal de un modo más maduro que en otros films del autor: el mal es un hecho trascendente, este se identifica con la frustración, a la manera de un Spinoza: frustración ante la realidad en "Como en un espejo", frustración vocacional,
rumorología y fracaso en la diegética "Los Comulgantes", frustración moral en "El Silencio". Pero hay que tener cuidado, esta no se limita a la esfera de lo personal o lo social(por otro lado de lo que casi siempre huyó), sino que va sobrevolando desde el drama psicológico hasta alcanzar el plano de lo metafísico. Si Kant nos habló de la indemostrabilidad filosófica de Dios (poniendo ya de paso la piedra angular del existencialismo) Bergman nos habla de esta ausencia cinematograficamente. Por eso la Trilogía es el testamento de la verdad. "El Séptimo Sello(1956)" y "Los Comulgantes(1961)" son las películas más metafísicas de Bergman, y funcionan a modo de enmascaramiento ante ese gran dilema que es el fin de la vida, o si se prefiere, mirar a esta terrible verdad a través de un cristal opaco y oscuro. Porque como decía Tarkovsky la máxima aspiración que puede tener el arte es el de prepararnos para la muerte. Por eso para Bergman la religión no es un camino hacia la liberación, como puede ser para Bresson, sino que detrás de la muerte no hay nada. Es más un fantasma que un signo, un fantasma plenamente integrado con la realidad, como en "El Séptimo Sello"; el monologo en el confesionario es puro Kierkegaard, Bergman se limitó a dar otra vuelta de tuerca al traspasar la filosofía del danés al cine. Por último decir de la Trilogía que sus personajes viven aislados, solos y olvidados del mundo. Tanto como para decir Harriet Andersson a su padre: "
pobre papá, atrapado en un mundo real".
Todo esto nos podría hacer pensar que Bergman es un director que vive digamos abstraído de la realidad, de los problemas del mundo, en su torre de marfil. Nada más lejos de la realidad. A fin de cuentas muchas de las vivencias y sentimientos de sus películas las hemos experimentado alguna vez. Despachados temas importantes como la religión, Dios, el problema del mal, etc...su obra da un giro y se sumerge en el problema de la moral moderna, las relaciones de pareja y la familia. Esta etapa de crítica social comenzaría a mediados de los sesenta. Sobresale "Gritos y Susurros(1972)" de la cual destacaría cuatro características: la contraposición de los dos personajes femeninos, su deshumanización, su inmersión en el mundo de los sueños (quizá a ratos caprichosa) y su crispación existencial, por lo demás algo general en la obra del cineasta. Me parece mejor film que por ejemplo "Persona(1965)", ambas fuertes críticas a la moral burguesa, pero la primera ofrece un atisbo de esperanza: El intimismo como respuesta a la crisis, la presencia ante la muerte que nos humaniza. Para analizar esta última idea existencialista habría que remontarse a la religión de la antigua india, idea a su vez adoptada por el cristianismo. Si no fuera por la muerte seriamos arrogantes(como Karin) o amorales(como Maria). El envejecer y el morir nos coloca a cada uno en su lugar. Respecto a "Persona" Bergman juega con ventaja. Nos presenta una serie de enigmas (no solo en su introducción sino en otras partes posteriores) de los cuales desconocemos su significado y por lo cual como diría Tarkovski "arrebata al espectador la posibilidad de tomar una postura propia al percibir lo que le muestra la pantalla". Puede que desconozcamos su sentido exacto, pero esta claro que estos enigmas(montados soviéticamente) son un efecto de la crisis que sufre su protagonista Elisabeth. Ambas películas, de las mas interesantes esteticamente dentro de la obra del director, tienen su precedente en "El Silencio", la primera gran contraposición de personajes femeninos, dos mujeres enfrentadas entre si. Parece como si el cineasta sugiriera que la vida no es otra cosa que una continua crisis, no en vano este era el titulo de su primera película de 1946. Otro defecto general en Bergman es no poner visualmente los antecedentes de los personajes, solo vemos sus efectos. Cliché del que no quiere curarse, como vemos al final de su vida en "Sarabanda(2003)", en la discusión (casi cómica) entre padre e hijo. Pero no debemos llamarnos a engaño: "Persona", como paradigma del cine moderno, no pretende otra cosa que abrir un campo de posibilidades, tanto de narración, forma e interpretación.
A Bergman le pasa como a Picasso: cada película es un capítulo de su diario personal, un cuadro que tiene esbozado una nueva posibilidad, un nuevo camino estético. Pero toda su obra tiene el mismo motor inmóvil. La mujer, la gran protagonista de su obra, es más atractiva que hermosa, es el sexo fuerte y el epicentro. Una mujer apasionada y expresiva, sin tener en cuenta el frio perfil de las gentes del norte. Esta expresividad femenina llega a su clímax en "Sonata de Otoño", en la que, como su titulo anuncia, asistimos a profundos cambios de tono sentimental en la relación de sus dos protagonistas. La única excepción a este protagonismo seria, por un lado, el actor Erland Josephson, autentico alter ego de Bergman en sus ultimas etapas, al cual, a pesar de ciertos excesos(pienso en la escena del maltrato en "Secretos de un Matrimonio(1973)") todos nos gustaría parecernos por sus muestras de inteligencia y (porque no decirlo) aparente autosuficiencia; y por otro lado "El Rito(1969)", un estudio sobre la psicología masculina, aunque se deja entrever que lo más importante de esta es su relación con el sexo opuesto. Vemos en este film a una sociedad, encarnada en el personaje del juez, que le cuesta aceptar sus instintos más primarios, hasta el punto de relegarlos al plano del sueño, la fantasía o la imaginación. "El Rito" no es más que el rito del teatro, rito dionisíaco y por tanto identificado con el mal por el vulgar vulgo, o eso piensa Anders Ek con respecto al juez, a lo que este le responde, de manera irónica, huelga decirlo, que él pertenece a la clase media. Pero ese sueño de los instintos es insertado en el metraje del film como una parte indistinguible de la realidad y coexistente con ella, como si de un suceso más (neurótico) se tratara. Es una llamada del otro lado, una
pulsión de muerte, como diría Freud. Este es el recurso estilístico más original y atrevido de Bergman como narrador en esta etapa, que se repite en muchos de sus films como "La Hora del Lobo(1967)" o "Cara a Cara(1975)". Puede que mienta en sus formas, cree una ilusión, pero el resultado final destila autenticidad.
En Bergman lo importante es la personalidad sufriente, empezando por el mismo. Esta claro que para él existencialismo y dolor son inseparables. No existe otro director que deje la huella de su vida más profundamente en su obra y no le hacia falta leer demasiado para sacar ideas. En sus películas todo ha sido pensado, todo ha sido meditado. Tal vez esta obsesión por el dolor es el resultado del choque frontal entre los ideales y la ética protestante aprendida en la infancia contra el mundo moderno. Jesucristo decía "ama al prójimo como a ti mismo" pero esta máxima no encuentra sitio hoy en día. Toda la desolación de Bergman viene de ahí, de no aceptar que el mal viene del mundo, que Dios no es racional, de no aceptar que el sufrimiento nos purifica, como bien le decía la reina de Suecia al padre de Bergman. Es esta escena paradigmática, ya que contiene una critica al luteranismo, incapaz de consolarnos ante las penas de la vida. El problema del mal es una cuestión trascendente, al menos para este director, problema que es tratado en films como "El manantial de la doncella(1959)", donde la solución final es la penitencia, después de saciar una venganza más poderosa que el propio pecado; o "La Hora del Lobo", donde sus personajes demoníacos viven en este mundo y donde las metas y los objetivos de la vida se reducen al absurdo. Además en este film se confunde erotismo con sadismo. Pero más que el demonio lo demoníaco, la presencia del mal. Todo esto puede parecer exagerado para el espectador, incluso puede parecer un capricho gratuito, pero no debemos olvidar que esta sobredimensión conlleva una redención: la búsqueda de la verdad, que hace que sus películas aunque desesperadas resulten bellas y elegantes. Sea como fuere estamos ante un autor fundamentalmente agnóstico, aunque siempre respetuoso con la religión que le inculcaron sus padres. Bergman duda y sufre por ello, a diferencia de Bresson, que cree (en lo que ve), aunque esto tampoco le libra de sufrir. Para el francés el arte es una forma de acercarse a lo invisible, es más sincero en su fondo. Para Bergman el arte es una exclamación. Podemos ver claramente esta diferencia de enfoque comparando "Diario de un cura rural" de Bresson con "Los Comulgantes" de Bergman, donde ambas tienen en común que sus protagonistas luchan por darle un sentido a sus vidas. En esta el final es abierto mientras que en aquella la redención final será la propia muerte, como bien simboliza esa emblemática cruz. En el estilo el director francés es más minimalista mientras que Bergman es más teatral, bebe más del recurso dramático, aunque ambas obras son de las más intimistas de sus autores. Vemos aquí la fuerte herencia protestante del director sueco, porque el conocimiento profundo de la religión, en concreto de La Biblia, le ha permitido ser mucho más creativo que cualquier ateísmo, el cual es mucho más estéril demiurgicamente hablando. Cabe decir que con estos dos autores la historia del cine europeo ha tocado techo.
Ingmar Bergman: el único director que realmente me hace pensar, porque su cine más que intelectual es existencial porque sus personajes se interrogan sobre sus vidas, más exclamativo que enunciativo, más real que teatral, un grito, como la obra de Kierkegaard. Todo parte del "Ser o No Ser", ese soliloquio de Hamlet del que Bergman se inspiro para sus personajes arquetípicos de "El Séptimo Sello" y por el que pasara a la Historia del Arte. Él es el director europeo más expresivo que filosófico, una expresividad que enaltece la alta cultura europea. Y también el más intimista, cosa que aprendió Woody Allen para hacer películas como "September" o "Interiores". A pesar de que su persona siempre estuvo ligada a la palabra tradición sus obras son modernas. Tuvo la gran suerte de que Svensk Filmindustri le dio toda la libertad del mundo, y de destacar independiente de cualquier movimiento cinematográfico. Bergman me enseño a liberarme de todos esos prejuicios que no son exactamente contra la religión, sino contra los temas(eternos) que trata la religión, y esto en boca de alguien que se considera un agnóstico al igual que él. En su cine la critica al luteranismo, como decíamos más arriba, es una constante, solo velada en su Trilogía Genealógica final, como si el retorno a la infancia fuera el resultado final (y paradójico) de toda la negatividad de su obra, como un canto romántico agradecido por la vida. Y es que Bergman es un existencialista, pero un existencialista
cristiano, porque al final siempre hay un atisbo de esperanza. El existencialismo como refugio, por contradictorio que parezca. Pero ¿qué ha pasado para que la comunidad cinematográfica mundial no haya estado a la altura de forma sistemática de todos los miles de páginas que han escrito los existencialistas? La respuesta: un silencio culpable, solo roto por la batuta del director sueco y el cine moderno francés. Hasta ese punto es capaz de cambiar la vida de alguien. La ilusión de los padres de Bergman de ser felices es la misma ilusión de este de ser artista.