martes, 4 de agosto de 2020

El cine de Ang Lee

Domina en "Comer, beber, amar" el tono rosa. Las tres hijas del cocinero tienen sus problemas sentimentales pero este intenta transmitirles un mensaje de despreocupación: no hay nada más que ver en acción con que ilusión cocina y friega los platos. Ang Lee cae un poco en la autocomplacencia al enfatizar las acciones (en especial las culinarias) y los estereotipos (algo general en la obra del cineasta) pero no nos engañemos: estamos ante un film donde los personajes les gusta sentir (más que ante un film sensitivo) y esto exige la identificación del espectador, por otro lado no siempre dispuesto a estos compadreos positivos. Las tres hijas parecen resignadas a sus vidas un tanto monótonas, en especial la maestra, hasta que un elemento masculino aparece en sus vidas. Pero la película enfatiza una cosa: todo, las relaciones familiares, personales e incluso laborales están subordinadas a la comida, auténtico orgullo nacional. Incluso el amor está subordinado, lo más importante de sus vidas es el discurso previo al comer, donde el padre hace de maestro de ceremonias confuciano. La comida es por tanto testigo de los cambios sociales y políticos, en estrecha relación en la búsqueda de contactos y favores. Además el film parece sugerir que no necesariamente la comida tradicional tiene que estar reñida con la comida rápida o basura como la denominan algunos: ambas pueden convivir. 
    Hay en "Deseo, peligro", su mejor película, resonancias de Wong Kar-Wai, como el tema del desamor. La película abarca desde lo político, histórico y público hasta lo privado, intimo y erótico, una manera de rendir cuentas con el pasado. Fue una película arriesgada, ya que el sexo era (y sigue siendo) un tema bastante tabú en Asia. La única pega es que el relato solo va por donde le interesa al director, descuidando muchos detalles complementarios, sobre todo de la vida de Wong Chia Chi. Pero Lee aposto por la mezcla entre melodrama y suspense, y le salió redondo, en especial gracias a la maravillosa banda sonora de Alexandre Desplat.
     En muchas de las películas de Ang Lee el sueño de la gran ciudad tiene un especial protagonismo: New York, Taipei, Shanghai... una ciudad que ofrece oportunidades de desarrollo a sus protagonistas, pero para acabar en ocasiones en la frustración y el desamor, provocados también por el choque entre tradición y modernidad.
    El director taiwanés va oscilando entre encargos y proyectos personales, estos últimos mucho más interesantes. La demoledora "La Tormenta de Hielo", una critica a las supuestas libertades de la era hippie y toda una antítesis de su anterior trabajo "Sentido y Sensibilidad", es una buena película pero no es la mejor, ya que la vida en escasas ocasiones(que las hay) es así de fría. Ang Lee sabe contar historias, pero a costa de usar una narrativa clásica que da como resultado un producto un poco convencional, del cual se resienten sus películas. Cine para gente culta pero no erudita, como decía un crítico del más occidental de los directores asiáticos.