El relato esta narrado desde el punto de vista de una pupila hacia un maestro: Beethoven. Por lo tanto esta bajo el enfoque de la admiración, lo que le permite a él tomarse varias licencias. También es un reflejo del gran progreso de aquellos tiempos en lo artístico, en lo científico, incluso en lo social, porque aunque la época de Beethoven seguía siendo estamental (como vemos muy bien en esa acertada escena del beso en la mano del obispo o en el hecho, no contemplado en la película, de que el músico fuera rechazado por las damas de la nobleza por plebeyo) hay cierto avance, ya que la protagonista es hija de un minero que lo ha sacrificado todo para poder estudiar a su hija, cosa en otra época impensable, pero de dudosa veracidad, ya que el personaje de Anna Holtz es en realidad inventado.
Después la historia se mueve por el terreno de la ambigüedad, porque la relación entre ellos no está muy definida, aunque gana pulso cuando los dos hablan de música y comparten sus experiencias artísticas, como cuando Beethoven le dicta una composición sin tonalidad, adelantándose a la atonalidad que alcanzaría su culmen bastante más adelante en el tiempo con Schoenberg; por eso se dice que justo después de su muerte hubo un retroceso, claro que el compositor estuvo en una evolución constante a lo largo de su vida, marcando a fuego para siempre el camino a seguir de la música romántica. Por lo demás la película se mueve en el terreno del cliché más tópico, aunque en ocasiones con ciertos intenciones poéticas, como la muerte del genio nada más arrancar el film.
Al final a uno le queda la sensación de haber asistido a un enfoque muy parcial y subjetivo de la vida del compositor, mucho más inmenso de lo que se nos narra aquí. Contaba Goethe que cuando le conoció se llevo una decepción; y es que Beethoven era un personaje más raro y asocial que el que interpreta Ed Harris, más excéntrico en su interpretación que huraño.