miércoles, 3 de febrero de 2010

"Los Inmortales" de Russell Mulcahy

Esta película, donde lo fantástico está integrado en lo real, la visione en una época (mi adolescencia) en la que creía que se podían hacer buenas cintas de acción como churros. Pero me he desengañado con los años. La mayor parte del metraje de "Los Inmortales" es muy entretenido pero decae el interés durante el último cuarto de hora. Lo que a lo largo del film se sostiene gracias a los bellos paisajes escoceses, la acción y los flash-backs, decae al final a causa de que el film está rodado con ritmo y estética de videoclip y, como es sabido, esto es bueno para temas musicales, con sus planos cortos y acelerados, pero no sostiene el ritmo de un largometraje. Esto es debido a que Mulcahy provenía del mundo del videoclip. Además el introducir un elemento fantástico en la psicología de los personajes les hace caer en contradicciones existenciales, como esa imposible amistad entre inmortales que sin embargo el film muestra, ya que durante un rato la película sigue el típico esquema discípulo-maestro.
         Los inmortales, a pesar de tener el destino del universo en sus manos, no son personajes públicos, son anónimos para los mortales, solo se conocen entre ellos. Son de todas partes del planeta, viven ya globalizados(antes de que nadie hablara de este fenómeno) y terminan en la ciudad globalizada por excelencia, Nueva York, que para el protagonista no es muy diferente de Escocia. Conner es un personaje quemado, son más de cuatrocientos años de vida, pero él no tiene la mentalidad de un viejo, sino la de un inmortal invadido por la nostalgia, que ve a sus personas queridas morir con el paso del tiempo, cínico, pero también muy fuerte, solo hay que ver el repaso que le hace a la policía en la sala de interrogatorio. Y es que la policía en esta película es tan simpática como incompetente. 
    El film a pesar de sus defectos, tiene un espacio para la reflexión. Uno no puede saber que es estar muerto, pero siempre sabe que es estar vivo, ya que vivimos en un continuo presente, y la fatalidad de la muerte no puede tocarnos mientras somos conscientes. Conner McCleod se convierte en inmortal, al igual que nosotros. Pero esta retórica de la inmortalidad se transforma en el film en una psicología de la supervivencia. Lo que en un principio es un destino trágico ("Solo puede quedar uno") al final desemboca en la lucha eterna entre el bien y el mal ¿Y cual es el premio final? La sabiduría. La inmortalidad viene simbolizada por el trueno, auténtico leitmotiv de la película. También las elaboradas transiciones de los flash-backs, de las más originales y logradas de la historia del cine, vendrían a sugerir una especie de metamorfosis, como si siempre hubiese algo más allá. Además el uso de la elipsis y el sonido es magistral. Estamos por tanto ante un film narrativamente poliédrico que abre y cierra caminos. Pero todos esos caminos (excepto uno claro esta) desembocan en la muerte, una muerte fría, violenta e injusta para la mayoría de los inmortales, que no merecen después de una larga vida un fin tan repentino. Porque ante todo la voluntad de vivir. Volviendo sobre los defectos todos derivan del hecho de que nos encontramos ante cine fantástico, el cual es menos preferible que el realista, pero como decía Picasso "todo lo que puedas imaginar es real".
    No es difícil ver esta película como una metáfora sobre la importancia del aprendizaje, la historia, y el mundo del arte: los inmortales son los artistas y la vida se convierte en una aventura grandiosa donde lo importante es lo absoluto y sus obras pero incluso más allá "Los inmortales" es un homenaje a todos aquellos que han dejado un sello para bien en la historia, incluidos todos esos héroes desconocidos de los que nunca se hablara en los medios de comunicación y forman parte de nuestros privados recuerdos. Porque "Los Inmortales" es, casi sin quererlo, una síntesis de lo que merece la pena vivir la vida: la tierra, la amistad, el amor y el arte que, como bien sabían los griegos, nos ayuda a perpetuarnos más allá de la muerte.

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