Schwarzenegger es por tanto, un hombre que ha sido capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones. Es curioso ver como en vez de aprovechar y huir decide tomarse la justicia por su mano y vengarse. En cierto sentido, al matar al monstruo, ha renacido, y ahora vuelve a nosotros transfigurado, dispuesto a contar su historia. Es un hombre universal, en su cometido ha representado al interés general. Ha pasado de la tragedia al triunfo del bien. Es por ello un triunfo más interior, más psicológico que físico, de ahí la ambientación fantástica, casi como de sueño o pesadilla. Esta historia tiene mucho en común con los mitos de los pueblos antiguos, los cuales presentan muchas concomitancias entre ellos, y de los que evidentemente bebe esta película. Es también una meditación sobre el fanatismo, sobre lo primitivo, que es finalmente derrotado por la inteligencia. Otro aspecto interesante es el hecho metafórico de que sus protagonistas se encuentran como ciegos ante el mal que les acecha. La selva se presenta como una trampa mortal, un logro que se debe a la capacidad del filme para condensar los avances en efectos especiales de su tiempo.
Por lo demás ni que decir tiene que esto es cine de acción, el cual para ciertos sectores de la izquierda roza el fascismo, pero en este caso estamos entre soldados, por lo que afirmar esto seria como afirmar que un país o una nación es fascista solo por tener un ejército. Y es que en el cine de McTiernan prima más el drama que la acción, está más cerca de Shakespeare que de una película bélica. Porque ¿no es acaso el predator una criatura maléfica procedente del inconsciente freudiano que surge para castigarnos? Todo parece indicar que si. ¿Pero quien es este enigmático personaje?¿De donde viene? Solo sabemos que tiene más cerebro que corazón dado su gran salvajismo, solo equiparable a su sapiencia tecnológica. Es un tema muy manido en la ciencia-ficción: la tecnología no tiene corazón. Y yendo más lejos, ¿de donde viene el horror? El predator no es sino el miedo al otro, al extraño, al extranjero. Sin embargo no hay diferencia entre el yo y el tu, como diría Heidegger, el otro somos nosotros mismos, el mal está dentro, miedo tan común en la cultura americana de entonces (y de ahora), con películas como "Seven" o "El Silencio de los Corderos", que no ocultan en el fondo sino una repulsión xenofóbica. Los americanos están obsesionados con cualquier cosa que pueda alterar su tranquilidad, de ahí este tipo de cine o, sin ir más lejos la infinitud de películas catastróficas que pueblan nuestras pantallas todos los años. Pero esto ya es sabido. Quizá, como decía Emil Cioran, los americanos necesitarían pasar por un autentico cataclismo que les pusiera a prueba. De lo contrario estarán condenados a vagar eternamente con su miopía existencial.