domingo, 26 de noviembre de 2017

Theo Angelopoulos

El cine de Angelopoulos es un cine donde las imágenes siempre dicen más de lo que en principio parece. Poco a poco se va construyendo una imaginería personal según avanzamos en su filmografía, que tiene su culmen en "La mirada de Úlises(1995)", la mejor película que ha protagonizado Harvey Keitel. Estamos ante una poética de la rebeldía y la supervivencia, ya que los protagonistas de las películas de Angelopoulos viven no triunfando sobre las circunstancias, sino sobreviviendo día tras día. Es el mundo y la historia el que les ha llevado a esa situación.
El director griego en ningún momento nos explica porque ha optado por el comunismo como opción política, nos lo muestra como algo ya dado. Tampoco nos explica en que consistiría esa utopía y como seria en ninguna de sus películas, a excepción de "Alejandro El Grande(1980)", donde se trata un poco el problema de la propiedad privada y la deriva al estalinismo. Por lo tanto ¿el cine de Angelopoulos perdurará? El cineasta aspira a lo homérico con la política pero es una pregunta sin respuesta, porque es un cine de profundidades, aunque relativas tal vez, ya que el ser de izquierdas es lo que ha complicado la vida a sus personajes. Pero mejor esto que la nada porque como decía Bertolt Brecht es una obligación, y no un deber solo, tener un compromiso político. El dramaturgo alemán ha influido en el significado de la filmografía de Angelopoulos, y no solo en el significante. Para el cineasta griego el ser comunista no es solo una cuestión de ideología, sino que es un hecho histórico, muy anterior al marxismo, y que se desarrolla a lo largo del tiempo hasta nuestros días, es una tendencia que siempre ha estado ahí y siempre estará.
    La excepción a todo esto, su película más neutra y por tanto más accesible, seria "Paisaje en la Niebla(1988)", su film más existencial, que trata, como él mismo dijo, no del silencio de la historia, sino del silencio de Dios. A fin de cuentas, el hombre sufre lo mismo independientemente de sus ideas políticas, y esto es un punto que ha dejado claro el existencialismo con su teoría de la libertad. La solución sería (y esta es la gran lección que nos da el cineasta) huir de lo moderno y buscar en la vida tradicional nuestro refugio: la figura del padre es nuestra raíz. Ni que decir tiene que la mujer griega que reflejan sus películas huye de estereotipos sofisticados y mercantilismos, vive por un lado inadaptada a su época, valerosa, anclada a el pasado y a la tierra. El cine de Angelopoulos no es otro que el del desgarro que provoco el siglo XX en la vida de los milenarios griegos, anclados hasta ese momento en sus tradiciones, y por extensión las de Europa. Nada nos habla más de ese trauma que el final de "Eleni(2004)", final que es inconmensurable en su dolor. O lo que dice el taxista griego de "La mirada de Ulises":"...miles de años entre ruinas y estatuas y ahora nos morimos. El director griego pertenece a ese estrecho circulo de personas que continúan con la tradición de la antigua Grecia pero en clave contemporánea, que hacen progresar más que el propio estado.
    Por lo demás, el tema de la crisis del hombre moderno ya había sido abordado con más plenitud y rotundidad por Antonioni, uno de los cineastas favoritos de Angelopolulos: sus intentos de plasmar esta crisis, este malestar, son equiparables. Esta alienación llega a su clímax en "El Apicultor(1986)" la película más pesimista que ha protagonizado Marcello Mastroianni.
    El cineasta griego tiene una sensibilidad más próxima a lo norteño que a lo mediterráneo, aunque de forma paradójica lo anglosajón es visto como lo extranjero, lo extraño e indeseable. Esta obsesión por la niebla, la humedad y la lluvia ha sido una de las claves por las que he sentido un especial interés visionando sus películas. Los Balcanes son los grandes protagonistas de su obra, porque no debemos olvidar que no fue la gente ni la diferencia religiosa entre las etnias las que trajeron la guerra, sino el salvajismo y las ansias de poder de los señores de la guerra.  A mi, lo mismo que a él, no me gusta el calor, somos más melancólicos que todo ese turismo de postal con el que nos han vendido Grecia. En su obra Angelopoulos nos habla de unos nuevos tiempos que no le gustan, de la perdida de ideales y valores que han venido con la caída del comunismo.