miércoles, 22 de febrero de 2017

"El Cielo Protector" de Bernardo Bertolucci

Firmado por Bertolucci en una de sus coproducciones "El Cielo Protector" trata de la fascinación del hombre occidental por oriente. Se nota en este film el sello de la Warner y la fotografía de Vittorio Storaro. De la conjunción de ambas surge un trabajo de iluminación bueno, etéreo, aunque quizás demasiado esteticista, al gusto de las grandes producciones, como paso con "El Último Emperador(1987)" o por poner otro ejemplo "El Conformista(1970)". Estas dos películas parecen contemporáneas.
Port y Kit son una pareja de la época de bonanza del baby-boom americano, aunque curiosamente no han tenido ningún hijo. Una época que, aunque pletórica economicamente, no dejaba de ser algo tonta: todo esta bien, todo es bonito, nada se discute, en paralelo con la época actual. Port(un histriónico aunque divertido John Malkovich) dice que le gustan los árabes pero la verdad es que su relación con ellos es muy tangencial, son otra civilización con la cual la comunicación es negativa cuando no imposible. Es un personaje que se niega a ver la realidad, que se niega a ver que no encontrara un descanso. Es raro que un artista, en este caso un compositor consagrado, tenga ese afán de escapismo, pero en todo caso así es. Kit es más mundana, vive el momento. En ellos encontramos cierto paralelismo con los protagonistas de "El Último Tango en París(1972)", donde un desfasado Marlon Brando intenta subyugar a una joven Maria Schneider, personajes amargados y existencialistas que intentan encontrar en la pasión una via de escape sin conseguirlo. Y es que lo que se dicen mutuamente es más importante que las infidelidades. Pero Bertolucci, como Bowles, no los juzga, al igual que a Stefania Sandrelli en "El Conformista", porque sabe que, a pesar de todo en este último caso, el fascismo se puede vivir de manera inconsciente. Es por tanto "El Cielo Protector" el film de Bertolucci que mejor refleja las relaciones de pareja y sus posibles crisis, aunque en ocasiones estás caen en lo exagerado y antinatural, como la escena del mirador en el desierto. El sexo también esta presente, pero es de manera melancólica.
Hay un desfase entre como nuestros protagonistas sienten el desierto a como lo sienten el resto. Da la sensación de que la única persona con sentido común es el gendarme de la aduana cuando se extraña de que se queden mucho tiempo en aquel lugar. De todos modos los personajes están logrados a medias, no conocemos a ciencia cierta la motivación de sus acciones, están superados por las circunstancias, huyen hacia adelante. La película se centra más al principio en lo terrenal y sensitivo (se ve que Bertolucci ha hecho un esfuerzo en este sentido) de lo que lo hace la novela, donde prima el psicologismo interior. Después va un poco a la deriva, donde no sabemos a ciencia cierta si estamos ante un descenso a los infiernos o ante una liberación espiritual. Y es que los personajes en las películas de Bertolucci no solo crean la historia, crean incluso una estética, por lo demás singular en cada una de sus propuestas.
Pero este film ¿es cine de autor o es más bien una superproducción al estilo Hollywood? Hay algunos factores que la inclinan más hacia lo segundo, como la negativa de Bertolucci a dar apenas el más mínimo protagonismo a un personaje árabe. O esa visión del Sahara más propia de un turista o una postal que de unos personajes que se quieren integrar en el desierto. Intentar reflejar otras civilizaciones hace que se caiga en la caricaturización de los personajes y las situaciones, más si se hace desde dentro, como "El Último Emperador", película de ritmo extraño dado que merecía ser más larga, que desde fuera como el film que ahora nos atañe. Aunque muchas veces la suma de factores estilísticos y culturales dan como resultado un buen resultado cinematográfico, como es el caso de las películas del director italiano, no siempre es así. Hay quien le parece el cine de Bertolucci aburrido. Lo puedo intuir, incluso comprender, pero no compartir.
Por lo demás la última parte de la película, justo después de la muerte de Port, funciona a la manera de epílogo, donde la identificación con Kit es total y nos dejamos llevar por nuestra sensibilidad. Ella intenta, de alguna manera, arabeizarse completamente, porque intuye que esa civilización esta más en contacto con la naturaleza. Pero cae en un espejismo. Realmente el desierto del Sahara es el protagonista, donde Paul Bowles sigue los pasos de Rimbaud en ese espíritu moderno que fue el tema de la evasión. También hay en esta historia resonancias islámicas, como la lucha por sobrevivir de Port, que no es otra que la llamada que hace Mahoma a luchar contra nosotros mismos en "El Corán", una lucha interior que vendría a ser el verdadero significado de la yihad. Un viaje hacia adentro, hacia la esencia de lo que realmente somos, lejos de las hipocresías y sofisticaciones del progreso. Esta búsqueda de lo exótico la acerca al thriller. Estamos por tanto ante una película en el fondo pesimista, donde se busca lo foráneo para paliar el tedio de la civilización occidental, aunque quizá solo pretende devolver al lector su humanidad, su lado más romántico en conjunción con el universo: el último(y único) oasis, ya que no el recuerdo o la civilización, es la muerte, una muerte en este caso buscada. El cielo protector no es sino el cielo que nos protege del infinito, ese cielo que no es sino el amor incondicional y eterno de Kit por Port.

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