lunes, 1 de mayo de 2017

"Retrato Del Papa Inocencio X" de Velázquez

Velázquez quizá junto a Cervantes representa mejor que nadie lo español. Por eso le dedicó un estudio Ortega y Gasset, autor que junto a Unamuno estaba obsesionado por destilar la esencia de lo hispánico. Aventaja a otros pintores en que gracias a él sabemos como eran exactamente sus coetáneos: Felipe IV, Góngora, el mismo Papa, etc... Hay una tendencia mayor a la objetividad en su pintura, mezclado con cierta melancolía producto de reflejar el día a día de la corte española: la familia real le era cercana y los retratos de estos son humanos no idealizados, a la manera de un álbum de recuerdos. Velázquez aspira a través de lo humano llegar a lo absoluto. Esto se puede ver claramente en sus cuadros mitológicos como "El Triunfo de Baco(1628-29)" o "La Fragua de Vulcano(1930)", donde lo humano viene representado por la carnalidad de sus personajes, o "La Rendición de Breda(1635)" donde lo humano viene representado por un gesto. Es por tanto el hombre el centro de su pintura, un hombre mortal pero a la vez perdurable, sino ¿ que sentido tendría la pintura? Velázquez, como pintor de pintores, como maestro de maestros es la pintura misma. Por eso su inclusión en "Las Meninas(1656)". En este cuadro-espejo no solo se identifica y se pone a la altura de la familia real sino que se pone a la altura de la eternidad. Pero todo esto humildemente, como el gesto coqueto de la infanta Margarita al mirarse a si misma reflejada.
    Aunque vivió a caballo entre dos épocas, hay en su pintura la grandeza madura de un país que ha tocado el cielo y que, a pesar de estar en horas bajas, sigue conservando en la memoria esa sabiduría, esa nostalgia del pasado. La corte de Felipe IV sigue siendo tan esplendorosa como la del ya fallecido Felipe II. En general esto podría ser el motor inmóvil de los Siglos de Oro españoles. ¿Porqué no gusta Velázquez a alguna gente?¿Porque le achacan que no se implica mucho en su pintura? Porque Velázquez no juega a las claras. El pintor sevillano sabia que la realidad siempre es más rica que cualquier visión artística, que cualquier interpretación. De ahí que su estilo sea a primera vista muy objetivo, de una objetividad serena.  Al público en general le parece muy sobrio pero detrás de esa forma hay un fondo melancólico (la caducidad del poder y futilidad de la sociedad). No le interesaban de manera explícita la muerte o la violencia, aspiraba a la realidad y a la vida cotidiana. Por eso sus cuadros no han envejecido nada a diferencia de otros pintores como Carraci, Courbet o el mismo Tiziano.
    En el "Retrato Del Papa Inocencio X" da la sensación de que el pintor a inventado la fotografía siglos antes de que lo hiciera Niepce. Es una mirada distanciada y reverencial. Porque ¿ quién es el Papa? Esta es la eterna pregunta de los retratos de Velázquez, que llega a su clímax con la susodicha "Las Meninas", ese gran rompecabezas de personajes y protagonistas. En este retrato del Papa estamos ante una gran obra intelectual que juega con ese interrogante, pero estamos ante algo más, ante la obra total, ante una reflexión sobre el poder a la altura de otros clásicos, como, ya cambiando de registro, podría ser "Ciudadano Kane(1941)" de Orson Welles. No estamos ante un santo, sino ante un hombre político, tenso pero seguro de si mismo. La mirada desafiante del Papa, que establece un nexo afectivo con el espectador, contrasta con la dejadez de sus manos. Nosotros no le miramos a el, es el el que nos mira a nosotros, nos atraviesa con su mirada. Es una exaltación, pero también una crítica: el poder tiene forma humana y como tal es efímero. Este retrato no es habitual en Velázquez: primero porque se trata de una eminencia extranjera y no española, y segundo aquí el color del traje es de un expresivo púrpura, el de la experiencia madura, color que no aparece en las primeras obras del pintor, tendentes estas más a los tonos terrosos, y que solo aparecería de una manera más tardía ya en la corte.
    Con Velázquez se puede vivir en un mundo sin dios, de serenidad infinita. Esto es exactamente lo que quiso criticar Bacon, pero el cuadro de este no es una parodia. Con la muerte del pintor sevillano acaba también la época más gloriosa de nuestro país, además de llegar a su culmen la pintura barroca. Velázquez es la intemporalidad.

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