jueves, 30 de abril de 2020

Yukio Mishima

Es lógico que de una cultura tan desarrollada y fuerte como la nipona surgiera un escritor como Yukio Mishima, el cual no me hace reír porque su filosofía es la de lo absoluto. Sus obras construyen una realidad, pero una realidad poética donde no cabe la frivolidad, casi rozando la irrealidad. Sus personajes están idealizados; la idea del ser como fin bello en si mismo. Estos caracteres suelen estar mas logrados de lo que suele ser en las películas japonesas y los pensamientos de estos son mas profundos que sus acciones, sujetos estos últimos al eterno devenir de la naturaleza, como a la deriva. Pero también hay sitio para el renacimiento. La cultura japonesa: un principio y un fin, un circulo perfecto.
    Mishima pudo perder su vida física, pero alcanzo su libertad espiritual, como mártir de una sociedad que lo limitaba pero con la que se identificaba profundamente, como si solo valiera la pena vivir por una utopía. La poética de Mishima es la poética de un introvertido sufrimiento, que ya se nota en su primera novela "Confesiones de una máscara", donde la mascara exterior no cubre nada, es un reflejo del interior, de su progresiva humanización. Se diría que el escritor japonés tiene una mentalidad cuasi adolescente. Esta obsesión por el sufrimiento sería un punto en común con la obra de Marguerite Yourcenar. El único pecado del escritor japonés fue querer vivir más allá de la muerte. Resulta curioso como en una sociedad como la japonesa donde la homosexualidad es un tema tabú hubiera triunfado su primera novela. La atracción de Mishima es por tanto la atracción por lo prohibido.
    Son también las relaciones de pareja su gran obsesión y una constante en su obra, tema por otro lado tradicional en Oriente, donde siempre se introduce un elemento extraño, desestabilizador de una armonía inicial, la armonía de la propia sociedad nipona. A pesar de que era partidario del antiguo régimen no parece que le afectara especialmente la guerra (de la cual decía que todo el mundo estaba harto) ni el desastre de Hiroshima, quizá porque veía este último como una consecuencia lógica de aquella. Esto último no quita que su obra girase en torno a dos polos, Eros y Thánatos, a la manera de un escritor clásico griego, clasicismo que queda reflejado especialmente en "El Rumor del Oleaje". Y es que para Mishima parece como si el amor y el arte siempre condujeran a la muerte, como si fueran su antesala. Respecto al estilo de sus novelas el escritor prefiere mas el rodeo que ir al grano, la expresividad al ensayo, aprovecha al máximo la capacidad alegórica de este su genero favorito. Pero eso si, el japonés es un auténtico artista de la palabra.
    En "El marino que perdió la gracia del mar" una madre y un hijo ponen las esperanzas de futuro en un marino que vive esperando una vida mejor. Es común en la obra de Mishima la importancia de la niñez: efectivamente para el escritor el niño es el padre del hombre. El narrador en esta novela mantiene una mirada objetiva sobre todos los personajes. Para mi el pasaje más bello y profundo de la novela y que da fin a la primera mitad de esta es cuando el marino vuelve a embarcarse y vemos poco a poco como el barco zarpa del puerto. Pero esta vez no esta solo, alguien le espera de vuelta, esta vez su vida tiene sentido. Se acabo interrogarse por el pasado, ha conocido la felicidad, su vida no es una biografía, su vida es un destino. Este pasaje es tan expresivo que roza casi la musicalidad.
    Dicen que en una relación de pareja siempre hay alguien que quiere más. Este no es el caso de Kiyoaki y Satoko en "Nieve de Primavera", donde el amor mutuo alcanza cotas casi terroríficas, como bien dice el escritor. Este amor será lo que lleve a sus dos protagonistas a un desenlace fatal. No recuerdo en la literatura un final más trágico para un amor correspondido. El escritor parece sugerirnos que en la belleza más profunda habita la tristeza. Belleza y ética se entremezclan.
    "El Rumor del Oleaje" es un titulo metafórico donde las olas representan los embistes de la vida. Pero la mar permanece. Esta novela nos sumerge en un estado de naturaleza salvaje; estamos ante uno de los escritores más sensitivos que ha existido. Además es un claro homenaje a los hombres de acción, en contra de la vanidad y la levedad de la palabra. Es en conjunción con la naturaleza cuando el hombre se hace fuerte. Shinji no deja de ser el mayor alter ego en la obra de Mishima.
    La obsesión por el templo del protagonista de "El Pabellón de Oro" a lo largo de sus páginas es insana y contraproducente porque solo conduce a una cosa: la identificación alma-templo. La única solución: destruir el templo, destruir la belleza para liberarse. Tal vez esta belleza sea la misma (para Mishima) que la de la sociedad japonesa de preguerra, destruida después por los bombarderos americanos. Siempre hay una constante en la obra del escritor de destruir la belleza, que culminaría en el ritual de su propio suicidio después de años de culto al cuerpo.

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