Marianne pasa del vitalismo de una Nancy Sinatra en "Down for Dover" al más profundo de los pesimismos en "Late Victorian Holocaust". Serán estos los dos polos por los que transitaran entre medias una amalgama de registros, pero eso si, siempre haciendo una fuerte apuesta por la melodía. Se la ha comparado con Edith Piaf, aunque solo sea por el mérito de haber dicho por primera vez la palabra "puta" en una película. También esta considerada como una de las cantantes de cabaret más reconocidas a nivel mundial. Esta claro que las mejores canciones de sus últimos trabajos las ha compuesto Nick Cave, como en su último disco el tema "The Gypsy Faerie Queen". Pero yéndonos un poco más lejos en el tiempo como olvidar la imprescindible "Crazy Love" de su álbum "Before the Poison(2004)", también compuesta por Cave, sobre las contradicciones del amor. Muchas de sus canciones son como joyas de relojería, perfectas, solo desgarradas por su voz. Esto último se plasma literalmente en "City of Quartz", donde la canción arranca con el sonido de alguien dando cuerda a una caja de música. O en el tema "Deep Water" donde tres notas repetitivas imitan el gotear de una estalactita. También hay desgarro, suavidad y dulzura en "For Wanting You" donde se nos habla con cierto resentimiento de las relaciones de pareja. Siempre ha preferido las canciones de desamor a las de amor desaforado.
Hay melancolía en Marianne, pero también nostalgia, todo envuelto en un pasado mítico que le toco vivir al lado de los Rolling Stones. Y es que ella tiene un genuino estilo personal, un magnetismo, al igual que la mítica banda. Este estilo es el destilado de una superviviente, no solo de la época que le toco vivir, sino (y esto es importante) ante todo del contraste entre su imagen de celebridad y ella misma. Estoy seguro de que suscribiría lo que dijo Marguerite Duras, eso de que uno bebe porque vive en un mundo sin la existencia de un dios paternal. El origen de todo es el dolor, pero también el deseo.