domingo, 26 de noviembre de 2017

Theo Angelopoulos

El cine de Angelopoulos es un cine donde las imágenes siempre dicen más de lo que en principio parece. Poco a poco se va construyendo una imaginería personal según avanzamos en su filmografía, que tiene su culmen en "La mirada de Úlises(1995)", la mejor película que ha protagonizado Harvey Keitel. Estamos ante una poética de la rebeldía y la supervivencia, ya que los protagonistas de las películas de Angelopoulos viven no triunfando sobre las circunstancias, sino sobreviviendo día tras día. Es el mundo y la historia el que les ha llevado a esa situación.
El director griego en ningún momento nos explica porque ha optado por el comunismo como opción política, nos lo muestra como algo ya dado. Tampoco nos explica en que consistiría esa utopía y como seria en ninguna de sus películas, a excepción de "Alejandro El Grande(1980)", donde se trata un poco el problema de la propiedad privada y la deriva al estalinismo. Por lo tanto ¿el cine de Angelopoulos perdurará? El cineasta aspira a lo homérico con la política pero es una pregunta sin respuesta, porque es un cine de profundidades, aunque relativas tal vez, ya que el ser de izquierdas es lo que ha complicado la vida a sus personajes. Pero mejor esto que la nada porque como decía Bertolt Brecht es una obligación, y no un deber solo, tener un compromiso político. El dramaturgo alemán ha influido en el significado de la filmografía de Angelopoulos, y no solo en el significante. Para el cineasta griego el ser comunista no es solo una cuestión de ideología, sino que es un hecho histórico, muy anterior al marxismo, y que se desarrolla a lo largo del tiempo hasta nuestros días, es una tendencia que siempre ha estado ahí y siempre estará.
    La excepción a todo esto, su película más neutra y por tanto más accesible, seria "Paisaje en la Niebla(1988)", su film más existencial, que trata, como él mismo dijo, no del silencio de la historia, sino del silencio de Dios. A fin de cuentas, el hombre sufre lo mismo independientemente de sus ideas políticas, y esto es un punto que ha dejado claro el existencialismo con su teoría de la libertad. La solución sería (y esta es la gran lección que nos da el cineasta) huir de lo moderno y buscar en la vida tradicional nuestro refugio: la figura del padre es nuestra raíz. Ni que decir tiene que la mujer griega que reflejan sus películas huye de estereotipos sofisticados y mercantilismos, vive por un lado inadaptada a su época, valerosa, anclada a el pasado y a la tierra. El cine de Angelopoulos no es otro que el del desgarro que provoco el siglo XX en la vida de los milenarios griegos, anclados hasta ese momento en sus tradiciones, y por extensión las de Europa. Nada nos habla más de ese trauma que el final de "Eleni(2004)", final que es inconmensurable en su dolor. O lo que dice el taxista griego de "La mirada de Ulises":"...miles de años entre ruinas y estatuas y ahora nos morimos. El director griego pertenece a ese estrecho circulo de personas que continúan con la tradición de la antigua Grecia pero en clave contemporánea, que hacen progresar más que el propio estado.
    Por lo demás, el tema de la crisis del hombre moderno ya había sido abordado con más plenitud y rotundidad por Antonioni, uno de los cineastas favoritos de Angelopolulos: sus intentos de plasmar esta crisis, este malestar, son equiparables. Esta alienación llega a su clímax en "El Apicultor(1986)" la película más pesimista que ha protagonizado Marcello Mastroianni.
    El cineasta griego tiene una sensibilidad más próxima a lo norteño que a lo mediterráneo, aunque de forma paradójica lo anglosajón es visto como lo extranjero, lo extraño e indeseable. Esta obsesión por la niebla, la humedad y la lluvia ha sido una de las claves por las que he sentido un especial interés visionando sus películas. Los Balcanes son los grandes protagonistas de su obra, porque no debemos olvidar que no fue la gente ni la diferencia religiosa entre las etnias las que trajeron la guerra, sino el salvajismo y las ansias de poder de los señores de la guerra.  A mi, lo mismo que a él, no me gusta el calor, somos más melancólicos que todo ese turismo de postal con el que nos han vendido Grecia. En su obra Angelopoulos nos habla de unos nuevos tiempos que no le gustan, de la perdida de ideales y valores que han venido con la caída del comunismo.

domingo, 8 de octubre de 2017

"Mr. Turner" de Mike Leigh

Turner es un personaje romántico y como tal dado a excesos. No concibe otra pintura que no sea el paisaje, que tiene su origen como modelo y fuente de inspiración, un paisaje agreste, tanto como sus escupitajos. Es el pintor más famoso de su época, único en su estilo, y tiene de contrapunto a Benjamin Haydon, artista conflictivo y fracasado. Pero ¿porqué hacer una película sobre Turner en plena era de la imagen tecnológica? La respuesta está en la genial fotografía, que seria una versión moderna (digital) de la pintura del pintor ingles, y la justificaría. Pero Turner es incluso mucho más, es un humanista de la imagen, del paisaje; para él el arte es algo que no se puede definir con palabras, es algo sobredimensionado, sublime. El arte por encima de su autor. No podemos pedir identificarnos con él sino es por su oficio, fuera del cual no deja de ser un personaje contradictorio, que produce rechazo dada su oscura vida sexual. Pero tiene una cualidad que no le hace pedante: no quiere hablar demasiado de su propia pintura, quizá porque no le interese o porque deje hablar a los cuadros por si mismos. Toda la gente que los ve, tanto en la galería de su casa como en la academia, esta encantada y los elogia: son el reflejo de una sociedad burguesa que quiere ser distinguida, que reconoce la figura del artista, solo que Turner no encaja demasiado con esta idea en su vida privada.
    Estamos pues ante un biopic aproximado de la vida del pintor. Digo aproximado porque no hay duda de que ciertos datos son figurados o inventados, como la fealdad de Turner, nada que ver con su autorretrato de juventud. Los personajes son en cierta medida caricaturizados, especialmente los pintores y críticos, como si Leigh se quisiera burlar de la pretenciosidad del mundo del arte. Pero no solo los personajes sino que el mismo ritmo del film es caricaturizado. Hay en esto mucho de festivo, como olvidar sino la entrada de Turner en la sala de exposición donde están todos los artistas retocando sus cuadros. Incluso la pelea de Haydon con el resto de los pintores resulta irrisoria. Leigh por reírse hasta se ríe del suicidio, en este caso representado por el propio Haydon que se ajustaría a la figura del artista mediocre e inadaptado. Una época optimista para Inglaterra, de transición, metida ya de lleno en la Revolución Industrial, dejada ya atrás la convulsa guerra contra Napoleón.
    El director juega un poco a ser una especie de Flaubert cinematográfico, nos bombardea con datos placenteros: el paisaje, el mar, la arquitectura, la escultura, la vestimenta, la gastronomía, etc. Todo nos lleva al éxtasis. ¿Y cual es el absoluto? Es Dios personificado en el sol, en la luz, autentica constante en un película que carece de clímax, de grandes crescendos, de carácter más episódico que lineal. Y es que la luz es la otra gran protagonista. Pero ahora vivimos en otra época, donde la consola de videojuegos y las tablets han sustituido al coleccionismo pictórico. John Ruskin dice que Claude Lorrain ha pasado de moda pero quien no ha envejecido es el propio Turner. Y es que el pintor ingles representa lo mejor del arte de Inglaterra de todos los tiempos, un artista que solo se estremece de igual a igual ante la música de Purcell, a pesar de que a la reina Victoria no le gusten sus cuadros. Un artista interesado en el progreso (a pesar de ser romántico), de ahí su repugna por la pintura prerrafaelita. De lo bello a lo sublime, de la contemplación de la contemplación, y de ahí al misterio, ya que la mayor obsesión de Turner es ir a la caza de la imagen trascendente.

lunes, 1 de mayo de 2017

"Retrato Del Papa Inocencio X" de Velázquez

Velázquez quizá junto a Cervantes representa mejor que nadie lo español. Por eso le dedicó un estudio Ortega y Gasset, autor que junto a Unamuno estaba obsesionado por destilar la esencia de lo hispánico. Aventaja a otros pintores en que gracias a él sabemos como eran exactamente sus coetáneos: Felipe IV, Góngora, el mismo Papa, etc... Hay una tendencia mayor a la objetividad en su pintura, mezclado con cierta melancolía producto de reflejar el día a día de la corte española: la familia real le era cercana y los retratos de estos son humanos no idealizados, a la manera de un álbum de recuerdos. Velázquez aspira a través de lo humano llegar a lo absoluto. Esto se puede ver claramente en sus cuadros mitológicos como "El Triunfo de Baco(1628-29)" o "La Fragua de Vulcano(1930)", donde lo humano viene representado por la carnalidad de sus personajes, o "La Rendición de Breda(1635)" donde lo humano viene representado por un gesto. Es por tanto el hombre el centro de su pintura, un hombre mortal pero a la vez perdurable, sino ¿ que sentido tendría la pintura? Velázquez, como pintor de pintores, como maestro de maestros es la pintura misma. Por eso su inclusión en "Las Meninas(1656)". En este cuadro-espejo no solo se identifica y se pone a la altura de la familia real sino que se pone a la altura de la eternidad. Pero todo esto humildemente, como el gesto coqueto de la infanta Margarita al mirarse a si misma reflejada.
    Aunque vivió a caballo entre dos épocas, hay en su pintura la grandeza madura de un país que ha tocado el cielo y que, a pesar de estar en horas bajas, sigue conservando en la memoria esa sabiduría, esa nostalgia del pasado. La corte de Felipe IV sigue siendo tan esplendorosa como la del ya fallecido Felipe II. En general esto podría ser el motor inmóvil de los Siglos de Oro españoles. ¿Porqué no gusta Velázquez a alguna gente?¿Porque le achacan que no se implica mucho en su pintura? Porque Velázquez no juega a las claras. El pintor sevillano sabia que la realidad siempre es más rica que cualquier visión artística, que cualquier interpretación. De ahí que su estilo sea a primera vista muy objetivo, de una objetividad serena.  Al público en general le parece muy sobrio pero detrás de esa forma hay un fondo melancólico (la caducidad del poder y futilidad de la sociedad). No le interesaban de manera explícita la muerte o la violencia, aspiraba a la realidad y a la vida cotidiana. Por eso sus cuadros no han envejecido nada a diferencia de otros pintores como Carraci, Courbet o el mismo Tiziano.
    En el "Retrato Del Papa Inocencio X" da la sensación de que el pintor a inventado la fotografía siglos antes de que lo hiciera Niepce. Es una mirada distanciada y reverencial. Porque ¿ quién es el Papa? Esta es la eterna pregunta de los retratos de Velázquez, que llega a su clímax con la susodicha "Las Meninas", ese gran rompecabezas de personajes y protagonistas. En este retrato del Papa estamos ante una gran obra intelectual que juega con ese interrogante, pero estamos ante algo más, ante la obra total, ante una reflexión sobre el poder a la altura de otros clásicos, como, ya cambiando de registro, podría ser "Ciudadano Kane(1941)" de Orson Welles. No estamos ante un santo, sino ante un hombre político, tenso pero seguro de si mismo. La mirada desafiante del Papa, que establece un nexo afectivo con el espectador, contrasta con la dejadez de sus manos. Nosotros no le miramos a el, es el el que nos mira a nosotros, nos atraviesa con su mirada. Es una exaltación, pero también una crítica: el poder tiene forma humana y como tal es efímero. Este retrato no es habitual en Velázquez: primero porque se trata de una eminencia extranjera y no española, y segundo aquí el color del traje es de un expresivo púrpura, el de la experiencia madura, color que no aparece en las primeras obras del pintor, tendentes estas más a los tonos terrosos, y que solo aparecería de una manera más tardía ya en la corte.
    Con Velázquez se puede vivir en un mundo sin dios, de serenidad infinita. Esto es exactamente lo que quiso criticar Bacon, pero el cuadro de este no es una parodia. Con la muerte del pintor sevillano acaba también la época más gloriosa de nuestro país, además de llegar a su culmen la pintura barroca. Velázquez es la intemporalidad.

Robert Bresson: la inmanencia como poesía

Se ha dicho de Bresson que hacía cine para redimirse. Su cine tiene más de social de lo que parece a primera vista, ya que sus personajes se encuentran en muchos casos en situaciones limite o por lo menos dificultosas. El defecto de Bresson al trabajar con modelos no con actores es que en ocasiones el espectador se despega del argumento de la película. Pero a pesar de esto son situaciones muy elevadas espiritualmente, donde se sublima un tema un poco tópico y común, lo que incluye a los antagonistas, que no diría yo de estos últimos que se dejan llevar por bajas pasiones (envidia, lujúria,etc), sino que son oscuros sin mas, llevan una mascara. Bresson llevará esta oscuridad a la confusión entre el bien y el mal. Porque ¿dónde esta el limite entre ambos? Progresivamente se ira volviendo más y más oscuro, como en "Mouchette", su película para mi más enigmática. Es precisamente esa oscuridad, esa nada la que separara a Michel de Jeanne en "Pickpocket(1959)".
    El cine de Bresson suele ser bastante más contemplativo que discursivo. Todo cineasta intenta hacer las películas lo más visuales posibles, ley de la que él escapa de forma muy marcada en ocasiones, como en la escena de los duelos a caballo de "Lancelot du Lac"; en vez de enfocar a los duelistas enfoca a los caballeros en las gradas. ¿Porque hace esto Bresson? Porque no le interesa la manera clásica de trabajar(lo que él llama teatro bastardo) sino servirse del sonido para narrar de una forma más original. Esta denominación del cine en general como un derivado del teatro es una opinión muy radical, sobre todo cuando uno lo contrasta al ver a los grandes directores, como Murnau o Welles por ejemplo. Hay vida más allá de Bresson a pesar de todo.
      Su película más épica es "Un condenado a muerte se ha escapado". "Lancelot du Lac" es la película de Bresson más pintoresquista y más apegada a la naturaleza. "El Proceso de Juana de Arco" no se trata de maniqueísmo, sino de resaltar el heroísmo de la protagonista. Todos estos personajes pueden parecer secundarios ante la estética trascendente de Bresson, pero en el fondo nos hablan del hombre más como ser humano que divino. Por eso el director francés prefería la crítica de Susan Sontag de sus películas a "El Estilo Trascendental" de Paul Schrader, que juguetea demasiado con la idea de lo trascendente.
     En Bresson da la sensación de que nos cuenta dos historias paralelas: una la explicita o más convencional y por debajo la inmanente y espiritual, que nos habla de un destino jansenista, ambas apoyadas en guiones densos como el mercurio, de trasfondo teológico-religioso. Para el cineasta francés el cine, más que la religión incluso, es erudición y purificación. "Dichosas nuestras faltas cometidas" dice el joven cura de "Diario de un cura rural", dejando entrever que pecar y arrepentirse es algo humano. El cuerpo es una prisión. Pero el destino es también una prisión. Por eso el cine de Bresson es fácil de comprender: es un camino hacia la liberación mística de sus personajes que desemboca en los desenlaces finales, únicos y eternos asideros de su frío estilo. Pero no todo el mundo puede presumir de llevar una vida trascendente; por lo general la vida de la gente es más opaca.
    Realmente Bresson parece de otro planeta: ha conseguido escindirse de la tradición teatral en la interpretación de los personajes (que como bien dice Harold Bloom todos bebemos de Shakespeare) y crear su estilo actoral propio, que tiene sus orígenes en el teatro de Bertolt Brecht. Es evidente que mistifica, pero lo hace de una manera elegante e irreprochable, sin despegarse de la realidad y sin caer en lo explicito religioso. En él lo abstracto es algo muy fuerte y logrado (como la idea del amor en "Cuatro Noches de un Soñador" por ejemplo) pero siempre depende de lo real, aunque sea lejanamente. En definitiva, es imposible ser mejor director de Bresson, por lo menos espiritualmente hablando. Lo que ha logrado Shakespeare en teatro él lo ha conseguido en el cine, ya que nosotros no lo contenemos sino que él nos contiene a nosotros, lo mismo que el autor ingles. Es sobre todo al recordarlo no al visionarlo cuando el cine de Bresson nos lleva a lo absoluto, como bien decía Jose Luis Guerin. Increíble y emocionante como un hombre que ha vivido una guerra ha podido rehacerse de este trauma y conseguir un arte tan puro. Susan Sontag dice que en el cine del director francés el fondo es la forma. Sobre un fondo gestual casi plano, el nos da alas para imaginar los sentimientos de unos personajes tendentes a la abstracción. Pero no debemos buscarles una significación detrás o dilucidar un arquetipo: lo importante son ellos en si mismos como modelos, en todo su volumen y opacidad; el hombre como fin en si mismo, desnudo de ideas, solo ante una eternidad prefijada pero a la vez libre, gran paradoja del jansenismo. Bresson, a diferencia de la mayoría de los directores, nunca miente. Como decía Rohmer: "la imagen no esta hecha para significar, sino para mostrar." Pero ¿es un místico Bresson? Para el ciudadano medio de a pie, no acostumbrado a estas disquisiciones visuales, eso es decir demasiado, sobre todo teniendo en cuenta la deriva posterior de su obra, sus últimos trabajos, en los que, como bien recalca Santos Zunzunegui, Dios es el Diablo. Pero el limite del autentico misticismo lo pone el director francés. Lo demás (pienso en Fátima o Lourdes) es pantomima; para Bresson un triangulo siempre tendrá ciento ochenta grados. La mejor manera de acercarse al misticismo es mediante la poesía. El amor y la muerte será la redención en la que desembocaran sus protagonistas. Al final su obra nos recuerda y acerca nuestra mortalidad.

Sobre el Cine

El arte es una disciplina donde los medios y los fines son racionales, concuerdan. Distinguiríamos lo artístico de lo artesanal es que el primero siempre da mas que hablar que el otro. Lo mismo que un pintor mima el cuadro que pinta, lo toca y retoca una y otra vez, cualquier artista de cualquier campo, independientemente del medio de producción y del grado de improvisación, tiene que pasar por este proceso. En definitiva, tiene que crear estilo.
     Independiente es la clase social de la sensibilidad y creatividad artística. Todo el mundo tiene sus opinión sobre temas como Dios, la muerte o el más allá. Pero cuando queremos elevarnos intelectualmente y profundizar es cuando la mayoría de la gente patina. Me refiero más concretamente a la búsqueda de la verdad. Lo que sobre todo nos motiva a los aficionados al arte es la búsqueda de la humanidad de sus personajes, de esa verdad escondida. Las herramientas del crítico son la lucidez y el sentido común. El arte es una lucha por ser profundos, de escapar de la vulgaridad del día a día, de escapar de las garras de la muerte, a pesar de que la mayoría de la gente siga creyendo que Moisés fue quien escribió la Biblia.
    En un documental no podemos encontrar la profundidad de la ficción. Por eso el ritmo interior de sus imágenes (que no el montaje como diría Tarkovski) tiende a ser más monocorde. La fotografía es también más profunda. No puede compararse la infinitud del instante con el mero movimiento, para eso tendríamos que recurrir a la ficción, que es siempre más difícil de hacer que el mero documento. El cine es más para sentir que para pensar por dos motivos: el primero porque todo sobre lo que escriben los críticos gira en torno a lo que ellos sienten mientras están viendo una película más que sobre su posible mensaje. El segundo motivo: lo más importante en un film es imposible de definir. Pero esto no debe llevarnos a engaño; sin conocer las claves del arte no se puede hacer arte, por eso una obra artística no la hace cualquiera. Lo que no funciona no funcionará jamás, por eso son tan manidos los géneros, porque marcan un camino seguro a seguir. Fuera de ellos o en sus zonas limítrofes todo es lentitud y pastosidad en la mayoría de los cineastas, no en los genios. El arte no es solo emoción, es también implicación, tanto del artista que lo crea como del espectador.
    He observado una cosa que es común a todos los cineastas, estén en la primera línea o solo hagan cine comercial: sus películas tienen que ser lo más visuales posibles, es decir, que cada uno de sus fotogramas sea lo más atractivo posible. Después cada uno diferirá en lo demás (puesta en escena, ritmo, montaje, sentido y significado, etc) pero el alma es esa: la emoción de la imagen, de llenar la retina del deseo. Mi profesor de cine en la universidad insistía en ver el simbolismo detrás de las imágenes, pero más importante que esto son las imágenes en si mismas. Ya Tarkovski lo decía en "Esculpir en el Tiempo", poniendo en duda la labor de los semióticos.
    Por lo común el análisis detallado vale más que las generalidades. Pero en la crítica de arte es al revés. Suelen ser más profundas estas últimas y la crítica escrita es más importante que la hablada o televisada. Lo importante es la memoria. Y la invención, la cual, para el crítico Samuel Johnson es lo más importante en el arte. Todo gira en torno a la invención. Por eso las disciplinas artísticas difieren tanto de la filosofía o la psicología, para quienes lo importante es entender la verdad. Pero para el arte no es tan importante entender como sentir.
    Podríamos decir que en las artes visuales también es importante el tema más que la historia. Las historias como diría Michel Houellebecq carecen de importancia, lo importante es el sentido. La enfermedad del artista: tomarse demasiado en serio a si mismo. El arte debe de estar por encima de la idiosincrasia del artista que lo crea, ya que el espectador ante la obra de arte accede a una realidad superior, lo mismo que la meditación, y no queda sitio para el ego. Pero de forma paradójica los críticos se equivocan cuando hablan de las mejores películas del cine. Lo que perdurara más que la obra de arte será la figura del artista, ya que como decía Gombrich el arte no existe, existen los artistas. Un ejemplo: "El Séptimo Sello(1957)" de Bergman suele estar entre las diez mejores películas del cine según el consenso de la crítica, pero es una obra en la que vemos que el marcado carácter estilístico del sueco esta aun en ciernes, no madurara hasta bien entrados los años sesenta.
    De niño películas como "Alien: el octavo pasajero" o "Los gritos del Silencio" me hacían sentir horror, pero realmente en el fondo son poesía, no muy diferente de las profundidades abismales de un William Blake. Esta comparación me lleva a concluir que el cine ha pasado ya su mejor y más paradigmático momento: el siglo XX. Si, el arte de este siglo ha sido indiscutiblemente el cine y sus grandes paladines están a la altura ya hoy en día de los grandes del arte y la literatura como Cervantes, Dante, Dickens, Goethe...Así es como lo siente al menos mi generación, que se ha criado con el culto a la imagen visual. Y es que en el cine reflejamos nuestras propias vivencias, es una disculpa para hablar de las experiencias de la vida. Ha ocupado nuestras profundidades, más que cualquier religión.
Pero ¿para que sirve el arte? Para llenar el vacío de nuestras vidas. Es importante sentir con la obra de arte como viajamos de lo estético a lo metafísico, cosa de la que bien hablaba Cortazar en "Rayuela".         Resulta curioso que mi película preferida (por lo menos por el momento) se llame "La Palabra", lo que no deja de ser una contradicción. Una vez un amigo me invito a casa de su tío, abogado y erudito. Le comente que estudiaba Imagen y Sonido (por no hablarle de los rimbombantes términos de Comunicación Audiovisual) a lo que él me replicó que todo eso de la imagen y el sonido no trascendería, que lo importante era la palabra, como el título de la película. Pero, ¿una imagen vale más que mil palabras? Desde mi perspectiva si, si tenemos en cuenta que muchos escritores buscan crear imágenes con lo que escriben, y si también si tenemos en cuenta que, como decía Proust, no hay verdades absolutas en el mundo de la literatura, la palabra puede mentir. Schopenhauer decía que recordamos más lo que nos ha sucedido que lo que hemos leído. Eso es el caso del cine. De acuerdo una película tiene un guion, viene de un medio escrito, pero una imagen permanece más en la retina. Por lo general, a los estudiantes de Comunicación Audiovisual nos toman por unos inútiles, peor incluso que los de Filología o Bellas Artes. Pero lo que no saben es que esta carrera al estar de forma intima relacionada con las artes y medios populares proporciona un profundo conocimiento interior. A fin de cuentas la cultura popular es mucho más rica y compleja de la que se enseña en las aulas.
    Dicen que nadie es imprescindible. No es cierto. La ausencia de un gran cineasta, músico o comunicador deja un vacío que nadie puede reemplazar. Y eso es a lo que debemos aspirar nosotros, a hacernos imprescindibles e inmortales, por lo menos ante la memoria de nuestros contemporáneos. Ante las dudas existenciales debemos elegir ante todo y como única manera de realizarnos cumplir nuestro plan vital, en definitiva hacer lo que nos guste, como bien decía Woody Allen al final de su película "Recuerdos". Solo de esa manera daremos un sentido a nuestra vida, al mundo que nos rodea.

sábado, 29 de abril de 2017

Robot y 6Stars


Vaso y Escudo Dorado

Estos son dos de mis primeros trabajos, alrededor del año 2001. Para el vaso me inspire en el intertítulo de una de las primeras películas de Pedro Almodovar "Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón(1980)". El escudo fue un encargo de un conocido para esculpir en piedra, pero un adecuado filtro de cromo obró el milagro del reflejo dorado.

miércoles, 22 de febrero de 2017

"El Cielo Protector" de Bernardo Bertolucci

Firmado por Bertolucci en una de sus coproducciones "El Cielo Protector" trata de la fascinación del hombre occidental por oriente. Se nota en este film el sello de la Warner y la fotografía de Vittorio Storaro. De la conjunción de ambas surge un trabajo de iluminación bueno, etéreo, aunque quizás demasiado esteticista, al gusto de las grandes producciones, como paso con "El Último Emperador(1987)" o por poner otro ejemplo "El Conformista(1970)". Estas dos películas parecen contemporáneas.
Port y Kit son una pareja de la época de bonanza del baby-boom americano, aunque curiosamente no han tenido ningún hijo. Una época que, aunque pletórica economicamente, no dejaba de ser algo tonta: todo esta bien, todo es bonito, nada se discute, en paralelo con la época actual. Port(un histriónico aunque divertido John Malkovich) dice que le gustan los árabes pero la verdad es que su relación con ellos es muy tangencial, son otra civilización con la cual la comunicación es negativa cuando no imposible. Es un personaje que se niega a ver la realidad, que se niega a ver que no encontrara un descanso. Es raro que un artista, en este caso un compositor consagrado, tenga ese afán de escapismo, pero en todo caso así es. Kit es más mundana, vive el momento. En ellos encontramos cierto paralelismo con los protagonistas de "El Último Tango en París(1972)", donde un desfasado Marlon Brando intenta subyugar a una joven Maria Schneider, personajes amargados y existencialistas que intentan encontrar en la pasión una via de escape sin conseguirlo. Y es que lo que se dicen mutuamente es más importante que las infidelidades. Pero Bertolucci, como Bowles, no los juzga, al igual que a Stefania Sandrelli en "El Conformista", porque sabe que, a pesar de todo en este último caso, el fascismo se puede vivir de manera inconsciente. Es por tanto "El Cielo Protector" el film de Bertolucci que mejor refleja las relaciones de pareja y sus posibles crisis, aunque en ocasiones estás caen en lo exagerado y antinatural, como la escena del mirador en el desierto. El sexo también esta presente, pero es de manera melancólica.
Hay un desfase entre como nuestros protagonistas sienten el desierto a como lo sienten el resto. Da la sensación de que la única persona con sentido común es el gendarme de la aduana cuando se extraña de que se queden mucho tiempo en aquel lugar. De todos modos los personajes están logrados a medias, no conocemos a ciencia cierta la motivación de sus acciones, están superados por las circunstancias, huyen hacia adelante. La película se centra más al principio en lo terrenal y sensitivo (se ve que Bertolucci ha hecho un esfuerzo en este sentido) de lo que lo hace la novela, donde prima el psicologismo interior. Después va un poco a la deriva, donde no sabemos a ciencia cierta si estamos ante un descenso a los infiernos o ante una liberación espiritual. Y es que los personajes en las películas de Bertolucci no solo crean la historia, crean incluso una estética, por lo demás singular en cada una de sus propuestas.
Pero este film ¿es cine de autor o es más bien una superproducción al estilo Hollywood? Hay algunos factores que la inclinan más hacia lo segundo, como la negativa de Bertolucci a dar apenas el más mínimo protagonismo a un personaje árabe. O esa visión del Sahara más propia de un turista o una postal que de unos personajes que se quieren integrar en el desierto. Intentar reflejar otras civilizaciones hace que se caiga en la caricaturización de los personajes y las situaciones, más si se hace desde dentro, como "El Último Emperador", película de ritmo extraño dado que merecía ser más larga, que desde fuera como el film que ahora nos atañe. Aunque muchas veces la suma de factores estilísticos y culturales dan como resultado un buen resultado cinematográfico, como es el caso de las películas del director italiano, no siempre es así. Hay quien le parece el cine de Bertolucci aburrido. Lo puedo intuir, incluso comprender, pero no compartir.
Por lo demás la última parte de la película, justo después de la muerte de Port, funciona a la manera de epílogo, donde la identificación con Kit es total y nos dejamos llevar por nuestra sensibilidad. Ella intenta, de alguna manera, arabeizarse completamente, porque intuye que esa civilización esta más en contacto con la naturaleza. Pero cae en un espejismo. Realmente el desierto del Sahara es el protagonista, donde Paul Bowles sigue los pasos de Rimbaud en ese espíritu moderno que fue el tema de la evasión. También hay en esta historia resonancias islámicas, como la lucha por sobrevivir de Port, que no es otra que la llamada que hace Mahoma a luchar contra nosotros mismos en "El Corán", una lucha interior que vendría a ser el verdadero significado de la yihad. Un viaje hacia adentro, hacia la esencia de lo que realmente somos, lejos de las hipocresías y sofisticaciones del progreso. Esta búsqueda de lo exótico la acerca al thriller. Estamos por tanto ante una película en el fondo pesimista, donde se busca lo foráneo para paliar el tedio de la civilización occidental, aunque quizá solo pretende devolver al lector su humanidad, su lado más romántico en conjunción con el universo: el último(y único) oasis, ya que no el recuerdo o la civilización, es la muerte, una muerte en este caso buscada. El cielo protector no es sino el cielo que nos protege del infinito, ese cielo que no es sino el amor incondicional y eterno de Kit por Port.